sábado, 1 de diciembre de 2012

Hanami en La Plata: Juanele hecho pétalos, palabras

 La conversación anterior con S suscita esta otra con G, que la continúa y la completa.

Querido Alberto: ¿Cómo estás?
Acabo de pasar por el blog, y siempre es una sorpresa tan grata...es como un gran telar, donde las historias, los lugares, las personas, se entretejen en el espacio y el tiempo.
La espontaneidad de mi escritura surge a partir de la foto del hanami en Buenos Aires, que nos conecta tan profundamente con los jacarandáes.
Aquí en La Plata es un acontecimiento silencioso y de cómplice espiritualidad. Por las calles se entremezclan, en el aire y en los ojos, largas diagonales de jacarandáes. Y tilos por todas las plazas (en sí, por casi toda la ciudad).

Es una vivencia profunda atravesar, paciente, todo el proceso junto a las flores. Desde su extraño brote, al esplendor en el árbol y al posterior manto lila por las calles.
Nunca pude salir a fotografiarlo, pues me resulta tan efímero y sensible. Pero este año salí al encuentro. Aproveché un domingo nublado, que el fondo blanco y grisáceo del cielo hace vibrar el color de las flores. Y además de un paseo, guiada por los árboles, me conecté con muchas personas que también fotografiaban, o caminaban silenciosas y con ojos apacibles.
Quiero compartirte algunas fotos, y regalarte en especial la que dice katto.
Desde que leí el teisho, no dejo de buscar, en todo aquello que miro o dibujo, una imagen que lo sintetice. Y creo haberla encontrado en esta foto, que me llena el corazón.
Además de árboles, ramas, hojas y flores hay semillas (y potenciales nuevos árboles), nidos, pájaros, bichos, y otros micro-mundos, entreverados.

El resto de las fotos, fueron sacadas al atardecer. El sol al bajar con el cielo nublado, refleja sus colores tan vitalmente, que un minuto de su brillo, compensa y barre la tristeza de todo un día de lluvia.

Espero que estés muy bien. Un cálido abrazo, G

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viernes, 30 de noviembre de 2012

Amistad (más sobre el post del hanami)


Una conversación amistosa que prosigue la anterior sobre hanami porteño:

Querido Alberto:
Ante todo una aclaración: la foto de Bs.As en noviembre la obtuvo una amiga desde las torres nuevas de F. Alcorta y Salguero, te la envié como presente de cumpleaños en este tiempo sentido de ausencia tuya de Bs.As.
También como un juego asociativo al que me llevan las palabras: Lila como juego divino en sánscrito y lila como color de los jacarandáes.
Mi hanami pasa por la complicidad con la fugacidad de estas flores en los paseos urbanos, en las caminatas por sus galerías desparejas, en las que de tanto en tanto el perfume de los tilos me alcanza.
El paisaje incluye a esas otras hojas, las de los libros. Entrar a una librería al paso (si se puede tomar té mejor) y leer el libro antes de decidir (o no) comprarlo. Atando cabos, traje a casa 'El libro del anhelo', de Leonard Cohen; a veces volamos juntos, a veces no lo entiendo. Casi siempre convoca mi complicidad. Esa mujer que insiste en sus versos, tan corpórea y sensual, me recuerda al vino de Omar Khayyam, penduleando desde lo corpóreo a lo insustancial, desde el deseo al anhelo.

Mi querida:
Gracias por tu mail. Muy hermoso.
Te encuentras con un poeta enorme como Leonard Cohen. Mientras que yo, de forma coincidente (¿o no?), tuve un encuentro con alguien que conoce y admira al canadiense, en su poesía y como ícono gay. Se trata de uno de los poetas vivos más importantes de Japón, Mutsuo Takahashi. Estuve en su hermosa casa de estilo francés: vive en la costa, cerca de Kamakura. Se tomó el trabajo de preparar, con ayuda de su amigo y asistente, reposterías de otoño/invierno, pastelitos de nueces y almendras, varios tipos de thé suave, sandwiches de miga con relleno de ostra, de aceituna o de huevo. Una 'merienda-cena' a las tres de la tarde, como se acostumbra en Japón si uno quiere tomarse las cosas con tiempo. Me obsequió muchos de sus libros. Estoy considerando traducir algo suyo al español y algún día invitarlo a Buenos Aires.  Todavía no se lo he dicho. Mira, aquí tienes a Takahashi.
 
Tuvimos una charla 'a calzón quitado'. Él, homosexual de gran notoriedad, hablándole a un hétero comprensivo de que cada persona atesora en sí mismo los dos componentes. Me recordó que muchos grandes de la literatura japonesa fueron homosexuales: ¡por ejemplo el mismísimo Matsuo Bashô!, cosa que yo ignoraba (ahí me tragué el pastel que estaba comiendo y abrí grandes ojos). Por mi parte le recordé que Buda Kannon, japonización de una versión india denominada en sánscrito Avalokiteshvara, consiste en  iconizar la oscilación entre los dos sexos (no hablo genitalmente, sino actitudinalmente y en los rasgos). Ambas referencias avivaron la conversa. Le recordé asimismo el asombro de Jacques Lacan cuando, de visita en Japón, fue a ver una gran efigie de Buda Kannon, creo que en Kamakura, a pocas cuadras de la casa de Takahashi, coincidencia que lo hizo sonreir (ha leído mucho a los franceses; a Barthes lo considera, con afecto e ironía, 'inventor de un Japón francés'; le dije que concuerdo con él).
Desde la visita a Takahashi empleo los momentos libres (menos de los que imaginaba antes de llegar a Tokio) en leer sus poemas. Admira profundamente a Borges, a quien dedicó unos sentidos versos. Considera con desdén los múltiples galardones recibidos. Declara que incluso quiere ir 'más allá' de la homosexualidad. 'Quiero empezar todo de nuevo', me dijo un par de veces. Esto es notable, teniendo en cuenta que el próximo 15 de diciembre cumple 75 años. El Zen le interesa mucho y tomó como algo natural que yo sea practicante. En sus tiempos de periodista pasó una semana haciendo un reportaje ¡en mi templo de Hosshinji! (provincia de Fukui)  y recuerda que Sekkei Harada ya estaba mal de salud. Considerando que, 30 años después, Harada sigue vivo, le comenté el dicho español que dice de alguien: 'Tiene una mala salud de hierro'.
En el tren de vuelta a Tokio, pensaba: en esta vida, no caben dudas, uno va por ahí encontrando más de lo que se atrevería a buscar. El encuentro hubiera merecido una foto más airosa...

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Tokio parece Kioto

Con los días me fui dando cuenta: estoy tan a gusto en el barrio de Yanaka...porque en algo me recuerda a Kioto. Los templos incontables. No haber sufrido terremotos, batallas destructoras, bombardeos, maremotos. La manifestación desvergonzada de la naturaleza. El tejemaneje de las bicicletas. Como consecuencia, abundan casas como la de la foto, siendo así que el ojo (bobamente amaestrado por el estereotipo y la publicidad) nos hace buscar el último y tópico destello de alguna tecnología. Esta también brilla, obvio, aunque en otros barrios que parecen de otra ciudad, y por momentos de otro mundo.

La casa de la foto no es la única en Yanaka: muchas son así, esta es muchas otras. En momentos así, Tokio (東京都) es Kioto (京都市), sólo que al revés, si se miran los kanji que designan a una y a otra capital. Si miramos todavía mejor, no es exactamente por el revés que se relacionan: es por las artes juguetonas de un espejo algo deformado. La vida misma.

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miércoles, 28 de noviembre de 2012

Aprender a mirar

En el Facebook voy subiendo cada día una foto tomada por Silvia. El asunto tiene para mi varias caras. Por un lado, miramos las cosas juntos, durante salidas o paseos. Con el decisivo matiz de que es ella quien saca las fotos. Y cada vez, revisando sus 'capturas' al final del día, caigo en la cuenta de que una cosa es 'mirar' y otra bien distinta 'ver'. Mi segunda visión de las fotografías, 'visión de la visión', es la que me enseña cómo proyectar los ojos (y toda la persona) en cierta dirección, a fin de captar algo de lo que se explaya como posible ante la vista. Como quiere Dôgen del Zen, la fotografía es de algún modo un aprendizaje de la mirada. Para mi, es un pequeño privilegio aprender a ver de la mano de quien sabe mirar.

Hace unos días cometí un error al subir una foto dedicada a mi hija Lucía. La foto con la hija casadera vestida de novia debió ser esta (si se mira bien, se percibe que el nombre de la novia de la vitrina es 'Lucie'). Saper vedere: un arte lento y delicado.

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lunes, 26 de noviembre de 2012

Hanami en Buenos Aires

En plena primavera porteña, SC me envía esta foto estupenda. ¿Es Núñez, verdad? En todo caso, es la amplitud y la evasión propias del vuelo. Gracias por recordarme que hanami hay en todas partes: ella me alerta ahora sobre el suyo. En realidad, cada uno tiene el hanami que se merece...

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miércoles, 21 de noviembre de 2012

Japón, país de contrastes

** Uno de los recursos frecuentes para explicar o comprender a Japón consiste es el uso de contrastes (cotejo de diferencias entre situaciones o realidades juzgadas de la misma especie). Es un mecanismo retórico válido cuando se cumple una serie de condiciones (eso lo sabe cualquier investigador de ciencias sociales). Pero cuando se utiliza sin buscar el correlato de la analogía (que también las hay entre Japón y 'Occidente') y sólo busca lo ameno, lo pintoresco o lo chocante (llevo treinta años observando la escena japonesa y la forma en que los occidentales damos cuenta de ella), se transforma en un juego a veces gracioso, pero que linda con lo estéril. Los mass media se llevan la palma en ese tipo de aproximaciones por lo insólito y lo provocativo. Recuerdo programas de televisión, llamados en Europa 'Humor amarillo' o 'Endurance', consistentes en payasadas irrisorias y pruebas de esfuerzo rayanas con lo imposible. Lo 'amarillo' del humor era el ridículo en que el ángulo de mira dejaba sin falta a los japoneses. Una denigración irónica del 'otro', en apariencia light. Y tal vez, cierto mensaje implícito: si 'los amarillos' se muestran un poco tontainas, será que 'los blancos' somos 'lo más'.

** Pero en Japón se ven contrastes, claro que los hay. Muchos tienen que ver con el desfasaje entre la imagen de una situación que concebimos como 'antigua' (el Budismo, los bonzos, los templos; podría ser la naturaleza, la geisha, el sumotori, el samurái, etc., etc.) y otra que tomamos por 'actual' (el teléfono móvil; pero también el 'Tren bala', una noche iluminada de oficinas, el béisbol). La imagen de este post es muy acertada en su encuadre y luminosidad (conste que la foto de Silvia no intentaba 'informar'; soy yo el que 'exprimo' ese instante de arte, a fin de obtener gotas de información útiles para mi propósito). Pero también brinda un dato corriente sobre 'algo viejo' en el momento de verterse en 'algo nuevo'. El impecable bonzo llega de vuelta al templo pasado el mediodía y de pronto recuerda una gestión que dejó a medias. Saca el keitai (telefonito) en un lugar 'improcedente' (la mera entrada del templo) para resolver su urgencia. ¿Será el Tenzo Kyokun, jefe de cocina de su templo? Autoridad parece no faltarle...

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lunes, 19 de noviembre de 2012

El sistema de los templos

** En Japón, los templos se diseminan por la geografía urbana formando 'un sistema'. Vale decir: no se 'dispersan' sino que se 'distribuyen'. La localización templaria en Japón acaba siendo nítida cuando el ojo del observador comprende y acepta (yendo más allá de una comprensión 'inocente' del hecho religioso) que los templos forman parte integrante del entramado social.

 ** Suelo escuchar o leer estos días que en Yanaka, barrio de Tokio donde vivimos, 'hay más de trecientos templos'. Al comienzo, la cifra parecía figurada (como las mil y una noches, los cuarenta ladrones de Alí Babá o las siete plagas de Egipto). Luego de habernos cruzado ya con más de sesenta, no sólo en correrías barriales sino en simples trámites postales, de aprovisionamiento o tintorería (¡ah los tintoreros japoneses!), tendemos a pensar que la cifra debe ser resultado de un recuento.

 ** Los templos de Yanaka antes estaban en Ueno, barrio adjunto que fue centro y eje de la antigua capital Êdo, que hoy conocemos por Tokio. Pero los templos atraían a demasiada gente, con los consiguientes quebrantos para la clase pudiente: mucho ruido, mucha basura y, sobre todo, mucha vela produciendo muchos incendios. Los templos se mudaron al barrio siguiente, según un orden de colocación que los transforma (lo entendemos mirando un buen plano) en una especie de muralla mirando hacia el norte (en laderas tras las cuales podían acercarse batallones u ejércitos opuestos al shogun). La decisión de trasladar centenares de templos fuera del casco urbano generó a su vez un nuevo casco urbano, ahora más silencioso y estudioso, menos fabril y comerciante...y a la larga nuevamente más arbolado y residencial.

 ** Los templos de Yanaka son una belleza. El de la foto tiene mucho valor estético, aunque no haya conseguido alzarse al honor de una foto en las guías turísticas. Lo cruzamos cuando vamos a la estación (el barrio es de tal belleza que tomar el tren 'para ir a Tokio' no es cosa de cada día: no queremos perdernos este ambiente de pueblito a apenas quince minutos del centro rugiente de la ciudad). Yanaka no es el único caso de vida apacible en esta conurbación de veinte millones de habitantes. Pero es uno de los más notables: ya lo habían notado Ogai Mori o Natsume Soseki,  afamados miembros del vecindario. Que Yanaka sea una 'ciudad de gatos' sin duda guarda relación con la conocida obra de Soseki 'Soy un gato'. Como ya conté, a menudo se ven gatos por la calle: de a uno (las bandas están mal vistas en Japón, y además penadas por la ley), aseados, nada silvestres, solamente haciendo uso de su proverbial sentido de la independencia. En el templo de la foto también he visto gatos.

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viernes, 16 de noviembre de 2012

Hablar de Zen




Un fragmento de la conversación sostenida con Nicolás Schuff, publicada en la revista Yoga +, de Buenos Aires, en el mes de noviembre.  


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En el libro Zen I, Ruta hacia Occidente, escribís que palabra y silencio son dos polos de una misma dialéctica, básica para entender el Zen, y que contraría cierta idea, más reciente y con aroma occidental, de privilegiar lo inefable con respecto a lo afable. ¿Cuál es la relación del Zen con el lenguaje?

Uno de los puntos en los que más choca el soto Zen con el Zen rinzai, pero también con cierta manera de designar la experiencia contemplativa incluso en Asia, es el hecho de que la palabra no es un suplemento o un ornamento, sino parte vertebral de la experiencia. Dôgen, el iniciador del soto Zen, entiende el Zen como un camino para el conocimiento de la existencia propia, entreverado con el conocimiento de las palabras que designan esa experiencia. No es que haya que decir simplemente algo que ocurrió, sino que la elocución de eso que ocurrió forma parte del tramado de la experiencia.
Es notable cómo, en ese punto, el Zen funciona como la escritura literaria. La escritura crea la persona del escritor a posteriori. Es una invención profundamente humana. El escritor descubre o averigua quién cuernos era, un poco aupado por la escritura. Y muchas veces lo ve refrendado por la lectura que los otros hacen.
Creo que todas esas cosas Dôgen las tenía muy presentes. Y de hecho él se da a conocer básicamente mediante la palabra, oscilando entre la prosa poética y una prosa ensayística, filosófica.


La idea que en occidente se ha difundido del Zen lo vincula al silencio, a una estética “minimalista” y despojada, a una experiencia que tiene justamente algo de inefable…

Sí, como si fuera un mecanismo en el que hay una práctica donde ocurre un acontecimiento que nos deja mudos, perplejos. O que mediante la práctica de zazen se accedería a un lugar donde ya no es necesario hablar. Y no es así, claro.
Por otra parte, el "orientalismo" tiene su dialéctica, donde una versión se antepuso a la otra y la opacó durante muchos siglos. Hay una expresión del Budismo que es mui shinnin, que significa “hombre sin atributos”, como si esa fuera una diferencia o una característica que marca lo que es la contemplación oriental. Y Dôgen usa ui shinnin, que es lo contrario: el hombre con atributos. Y el atributo del hombre, para Dôgen, es indiscutiblemente el lenguaje.
Lo curioso es que Dôgen acaparó el discurso, ya no del Zen, sino japonés, de los últimos siete u ocho siglos. Es EL pensador japonés. Ocupa todo el escenario discursivo de Japón. Es una cosa casi graciosa, exagerada. Pero creo que es así precisamente porque es capaz de enhebrar el lenguaje con, por decir así, la aguja de tejer de la vida. Constantemente, él se va trasladando de su experiencia a la forma de decirla. Su práctica es ese vaivén. Práctica, escritura, práctica, escritura. Y lo notable es que de eso no sale un diario espiritual o unas confesiones, digamos, sino una visión fenomenológica de la existencia, donde la primera persona del singular no existe. La vida puede desarrollarse en unas circunstancias donde el atributo de la primera persona del singular no se activa. Y la vida sigue.


En ese sentido, ¿qué lugar ocupa la figura del maestro? ¿Cómo se transmite el Zen?

Dôgen dice: "zazen es tu maestro". El zazen (la meditación sentada) 'corrige' al Zen. No porque sea algo mejor, sino porque ajusta las palabras a lo que hay. Y por eso siempre me parece que el Zen no es eterno. Puede ser vitalicio en una persona. Pero cuelga del hilo de su práctica, el zazen. Si se corta la práctica pueden quedar textos de momentos señalados, pero pasan a ser textos 'usados', que necesitan la verificación personal.
El zazen es algo que se puede experimentar en compañía, manteniendo siempre una práctica individual. En ese compañerismo hay desigualdades, asimetrías, pero no hay maestría.
Un extremo de la temática del maestro, para poner una imagen actual en Buenos Aires, es la del hombre extranjero, exótico y barbudo que llega en un avión y que se dirige a una multitud que espera oír la palabra justa.
Fijate que si lo pusiéramos en palabras fuera de este ejemplo concreto parecería que estamos exagerando, haciendo una caricatura… Pero claro: no hay maestro sin la avidez de una congregación de discípulos. Michel Foucault dice que no hay dominación que no se corresponda con cierta satisfacción que experimenta el dominado. ¡Tremendo! No está dicho desde el cinismo, sino desde la tristeza o el drama de comprender que eso forma parte del funcionamiento social.
Así que el Zen aspira a que zazen sea el maestro. Y eso plantea una expectativa de autonomía personal muy alta, que probablemente no es posible para todo el mundo. De hecho, aunque es el más florido y prestigioso, el Zen de Dôgen es minoritario respecto a otras ramas más cultuales y eclesiásticas del Zen en Japón. Y sobre todo es mucho menos poderoso. Porque si ya pusiste en duda al maestro, vas camino a poner en duda al gobernante, al jerarca, al dueño de la tierra, al especialista. Forma parte de la misma lógica. Una lógica que no es exactamente de protesta, pero sí de cuestionamiento. Y la propia historia de Dôgen muestra hasta qué punto eso molestaba muchísimo a los poderosos de su época, aunque no los acusara con el dedo. Simplemente los dejaba en evidencia. Así que el tema del maestro es la parte niestzcheana del Zen. O sea, no existe el superhombre, en absoluto, ni siquiera como una idea graciosa, pero existe la posibilidad del hombre libre. Y al mismo tiempo la evidencia de que el camino de libertad no es la avenida más ancha, más cómoda ni más frecuentada. Esa libertad se refiere a la determinación, en cada uno, de las propias ideas y los propios comportamientos. Que no es equidistante, no es un “justo medio”. Ni siquiera en lo político. Tiene sus preferencias, sus cuitas.
Por supuesto yo he tenido, tengo y espero seguir teniendo personas cuyo consejo y ayuda busco y valoro muchísimo, cuya influencia me resulta importante en distintos planos de la vida. Pero haría un triste espectáculo si esperara que bajaran de un avión, con una túnica encima, para decirme unas palabras dulces, que por otra parte pueden ser un tremendo lugar común.


Vos hablabas de ramas eclesiásticas del Zen en Japón. ¿El Zen tiene algo de religión?

El Zen no es religión, pero "recae" a menudo en ella. Por religión entiendo institución: caracterizada por una "forma reglamentaria" y discernible en "doctrinas" que, cuando se escuchan o aplican pasivamente, lindan con el dogma. El Zen es humano y, como tal, sujeto a la ley de la gravedad. El pájaro en vuelo, si no aletea se desploma. El nadador goza del río mientras bracea; pero si se deja estar, se ahoga. Salvo que aprenda muy bien a hacer la plancha, arte extraño y consumado que alterna estar arriba y abajo del agua. La religión no es mala en sí, pero constituye un poderoso distractivo en el "trayecto" de un hombre libre. No digo "hacia la libertad" (la libertad no es un lugar al que se llega), porque el practicante de zazen YA es libre cuando practica. Libre en los márgenes más amplios o más estrechos que le autoriza "el tamaño" de su conciencia en ese momento. La conciencia es una planta que crece.

A la luz de lo que acabas de decir, ¿qué es el zazen?

Suelo decir que zazen es la distancia que separa nuestra fantasía de libertad y bienestar de una experiencia aquí y ahora de dichos exquisitos sabores. Zazen es un puente, un instrumento para ir acortando esa distancia. Cuando se dice que el Zen es "presencia de uno mismo a uno mismo", significa eso: estar presente, sencillamente ahí, en el momento en que todo lo que somos (y para empezar la mente) se fusiona con la respiración. 
El zazen es un germen de reconocimiento de la propia vida y de restitución de la propia vida. De ampliación del espacio de lo vivo en uno. Yo lo entiendo así.
Los practicantes de zazen van encontrando lo que tal vez ni se atrevían a buscar: un fondo móvil y expansivo de ellos mismos, caracterizado por una amplitud inabarcable y, en oposición sólo aparente, por un parecido tremendo con las características idiosincráticas de cada cual. Durante el zazen "noto" cosas de cada uno por la postura o la forma de respirar (si no "escucho" a los practicantes, me siento un poco perdido; por eso cierro ventanas si afuera hay ruido). También voy notando la forma de ejercitación de cada uno, y diez mil detalles en su manera de hacer y de hablar. Esto raras veces es objeto de una conversación. No hay "dirección espiritual" en el zazen, eventualmente hay conversa amistosa, cada vez que a un practicante le parece bien.


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miércoles, 14 de noviembre de 2012

Japón: ¿oriental u occidental?

Nadie duda de que Japón es un país difícil de definir. Ello origina explicaciones de todo tipo, sin que falten las injustificables. Entre las afirmaciones discutibles sobre las características de Japón hay dos que escucho repetir a menudo, sin demasiada conciencia de lo que cada una implica: a) que es un país 'oriental'; b) que es un país completamente 'occidentalizado'. Quisiera agregar (en este momento con brevísimas palabras) una tercera afirmación, obvia si se quiere, pero que ayuda a situarse en relación con las dos anteriores: Japón es un país asiático, dotado de estructura institucional mixta (algunos llegan a afirmar que Japón es un país de cuño occidental localizado en Asia). Se trata de un país étnicamente parecido a China y muy parecido a Corea. Es al mismo tiempo, en lo institucional, un país diferente de Corea y muy diferente de China. Existe consenso entre los investigadores para afirmar que Japón lleva siglo y medio sin perder pisada respecto de los países 'occidentales', de los que se viene inspirando: una institución imperial calcada de la monarquía parlamentaria inglesa; un sistema administrativo similar al imperante en Francia desde la reforma napoleónica; entre 1891 y 1945 una constitución afín a la ideología del régimen de Bismarck y, a partir de 1947, la actual constitución, de fuerte impronta norteamericana, la cual guía también un régimen de coordinación entre tecnología y producción que lleva el sello inconfundible de la potencia del norte. ¡Mucho 'occidente' lleva en sus entretelas este país asiático! Aunque, al mismo tiempo, su sistema institucional lleva en sus costuras el hilo del confucianismo chino, al cual muchos observadores consideran la verdadera y perenne ideología del poder en Japón desde hace siglos, sistema de valores y creencias a veces conocido como 'japonismo'.

Esto que digo parece muy abstracto. Lo traigo a colación para poder explicar el caso del violín. Los instrumentos de cuerda (viola, violín, violoncelo y contrabajo) son los más estudiados por la juventud japonesa, desde hace largo tiempo. Casi no hay familia de clase media que no oriente a alguno de sus hijos al estudio de alguna cuerda. Es conocido el 'método Suzuki', que permite comenzar el estudio del instrumento con sólo tres años. Y es sabido en Europa con qué frecuencia instrumentistas japoneses ganan concursos para jóvenes talentos. Este hecho sólo puede sorprender a quien piense que Japón es un país 'oriental' y que sus habitantes debieran preferir el 'koto' o el 'shamisen' (cosa que ocurre, aunque con menor frecuencia que en el caso de las cuerdas). Japón es sencillamente un país de Asia que ama al violín. En eso, y en una serie de otras cosas, se trata de una nación más 'occidental' que, por ejemplo, Perú, México o Brasil, a quienes nadie discutiría su pertenencia al Oeste.

La partición Este-Oeste hace aguas. Es tan añeja y discutible como la Norte-Sur.

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lunes, 12 de noviembre de 2012

Boda shintoista

** Algunas veces, cuando se lo mira desde el extranjero, se piensa que el Shintoismo es un 'culto naturalista', o una 'religión panteísta'. Algunos japoneses lo consideran su 'religión autóctona' (connotación positiva), mientras que otros una modalidad espiritual 'rústica' o 'ligada al pasado' (si son de religión cristiana o budista). Parafraseando a Borges, podemos pensar que 'ninguna afirmación es del todo falsa' (el escritor hablaba de autores; citaba a un dudoso 'Plinio el Joven': ¿o se trataba del 'Viejo'?). Si alguna de estas explicaciones nos deja satisfechos, habrá cumplido con su objetivo: para muchos, fin suficiente de las palabras es 'denominar' las cosas, sin necesitar que estas expliquen en qué consisten las cosas o de qué tratan.

 ** Sea como sea, el Shintoismo constituye un fenómeno complejo, lleno de riquezas. Es tal vez uno de los resquicios más fecundos para 'colarse' en la cultura japonesa. No el único; a su lado está siempre el Budismo. Shintoismo y Budismo se alternan con frecuencia:
- desde el punto de vista arquitectónico (donde hay un templo budista famoso, seguramente se elevará un santuario shintoista; a veces, el mismo recinto alberga a la vez templo y santuario, como uno que pienso visitar el próximo sábado, aquí en Yakata);
- y desde el punto de vista de los roles (nacimientos se celebran en santuarios; para velorios está el templo; ambos se benefician de esta repartición funcional, incluso en ciertos casos lucran de modo ostensible).

 ** Los casamientos se llevan a cabo normalmente en un santuario. Se trata de una ceremonia larga y minuciosa, en la que ambos contrayentes se ofrecen mutuamente uno a otro (como en otros ritos nupciales). Además, lo hacen empleando símbolos privativos de la cultura japonesa: la novia está ornada de manera característica (como ilustra la hermosa foto de arriba), el novio usa atuendo de gala occidental, según un uso establecido desde hace décadas; ambos beben 'sake', vino de arroz, mientras el oficiante recuerda grandes momentos de la nación nipona. ¿Se trata de una ceremonia religiosa? En parte lo parece. Pero en buena medida un santuario, y un casamiento en su recinto, permiten a todos los presentes reconfirmar la pertenencia común a un suelo, una etnia, una sensibilidad estética, un mismo emperador.

 ** Como en toda actividad japonesa que se precie, se cuida mucho la estética. La fotógrafa toma esto en cuenta y pone el máximo esmero no sólo en 'ilustrar' la ocasión de una boda, sino en 'sumirse' en la belleza, dimensión difícil de expresar pero que reconocemos apenas la miramos. Al cabo de la ceremonia de alianza, las dos familias posan hiératicas para una foto de familia, en la que el envaramiento de la pose expresa una cierta 'posición' ante la existencia.
 


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